1. Luis Hernández
Luis Guillermo Hernández Camarero
(Lima, 1941 - Buenos Aires, 1977)
Poeta peruano de la Generación del '60. Publicó tres poemarios: "Orilla" (1961), "Charlie Melnick" (1962) y "Las Constelaciones" (1965).
Se negó a publicar más y lo que hacía era llenar cuadernos con poemas que regalaba a sus amigos, tiempo después Nicolás Yerovi al enterarse de esto, decidió reunir esos cuadernos para editarlos, lo que se transformaría en su libro más aclamado: "Vox Horrízona" (1978). Se sumarían póstumante: "Obra poetica completa" (1983), las antologías "Trazos de los dedos silenciosos" (1995), "Una impecable soledad" (1997) y "Los poemas del ropero" (1999).
Falleció en la ciudad de Buenos Aires, adonde había viajado para tratarse una enfermedad mental. Presuntamente, el poeta se suicidó lanzándose a las vías férreas.
De: "Los poemas del ropero"
Hoy das al mar
antiguo de agua dulce
El único relato
solamente que es ahora
tu cuerpo vencido
Un tempo
Un tiempo de amor
Algas, enredaderas
y el tenue óxido
que dejan las embarcaciones
tras partir
Y enlazas tu corazón
A nadie: tan silencioso
Soy que recordarte
me permite
La dicha, tan silencioso
Que de hablar
Surgirán de las vertientes
De aquello
Que me negaron
De los puentes de luz
de la nieve
Que cubre
Algunos paisajes
Cercanos aun lugar
Algas, cuarzo, enredaderas
Tan silencioso soy
Que tu recuerdo
me permite la dicha
Lima marzo
de mil
novecientos
setenta y
siete
hoy doy al mar
de Agua Dulce
El único relato
GRACIAS DESIERTO
Y, la arena muy suave
Tu, Desierto, extendido
En la arena
y un fragmento
Del disco del sol
Sobre las aguas
Gracias mar
Una tarde cantábile
y la arena solar
Tu sonreías
Sonriendo dijiste:
Ah, é una cittá
Ordinariamente le cittá
Sono cinte di mura
Los muros los alambres
y dejaste
la música
En el ámbar
De unas latas
oxidadas
Geranios miosotin
y luego regresamos
y también el día
Ah le una cittá
Dijiste
gracias mar
A es Concha
De Su madre
Me lo llevan
al calabozo
Entonces le dijeron:
Maestro ¿cuántas
veces se perdona?
Y él respondió
70 veces 7
Mataron a un robacarros
Porque ellos heredaran
La tierra
Ese es un huevonazo
Porque ellos verán
A Dios. A ese
concha de su...
Los que sufren
Porque ellos:
los cromáticos yates
Surcan el mar azul
EL ORIGEN DEL DARWIN SEGUN EL MONO
Novelas de misterio
(Misterios, Baruch)
El Darwin
desciende las
escaleras. En el
páramo una luz
probablemente
emitida por una
linterna sorda
ilumina los barcos
Soy uno de los 3.1416
que contemplan
la faz del césped
y tras el césped
la tierra poblada
De fulgor que no cesa
y más allá el mar
No soñado, del Océano
Del Sur, pues La Poiesía
Es la verdad:
Así oí al áulico
IF NOT FOR YOU
Si no es para ti
te quedan
Las nubes
El humo
Las uvas
todo cuanto
Asciende
If not for you
Y así he aprendido
A ver
En cada mal suceso
Una esperanza
Saber
Que aún el odio
Es una máscara
De amor
LADSCAPE
Los Cromáticos yates
surcan el mar
Azul, azul Prusia
De la Herradura
Los cromáticos días
cuando fuéramos niños
llevan en sí
la inmensa fuerza
del universo amado
los Cromáticos yates
llenan la plenitud
Del mar
En la cotidiana tarea de enfrentar cada día con una lectura, ya sea viajando, esperando en una larga fila que no avanza, la pregunta de siempre: ¿Qué leer? No tenemos la respuesta a cada pregunta, pero si una laboriosa curiosidad por hurgar en nuestras cajas de libros, en los innumerables blogs de divulgación perdidos en la red. Aquí, cada semana, una humilde proposición, un poeta para disfrutar.
Poeta de la semana
2. Oliverio Girondo
Octavio José Oliverio Girondo
(Buenos Aires, 1891 - Buenos Aires, 1967)
Reconocido poeta nacido en Buenos Aires, Argentina, el 17 de agosto del año 1891 y fallecido en la misma ciudad el 24 de enero de 1967, luego de haber padecido durante unos años un estado de discapacidad física provocado por un accidente.
Sus primeros pasos por la poesía lo relacionaron con el nacimiento del vanguardismo en su país; colaboró con publicaciones literarias de gran importancia y por las que pasaron autores de renombre. Además de su producción poética, incursionó en la traducción con una obra de Rimbaud, aprovechando el privilegio de haber aprendido lenguas extranjeras en su infancia.
Girondo no publicó muchos poemarios, pero su obra ciertamente ha llamado la atención de la crítica; algunos de sus libros son "Veinte poemas para leer en el tranvía" (1922), "Espantapájaros" (1932), "Persuasión de los días" (1942) y "En la masmédula" (1953).
De: "Veinte poemas para leer en el tranvía".
PAISAJE BRETÓN
Douarnenez,
en un golpe de cubilete,
empantana
entre sus casas corrió dados,
un pedazo de mar,
con un olor a sexo que desmaya.
¡Barcas heridas, en seco, con las alas plegadas!
¡Tabernas que cantan con una voz de orangután!
Sobre los muelles,
mercurizados por la pesca,
marineros que se agarran de los brazos
para aprender a caminar,
y van a estrellarse
con un envión de ola
en las paredes;
mujeres salobres,
enyodadas,
de ojos acuáticos, de cabelleras de alga,
que repasan las redes colgadas de los techos
como velos nupciales.
El campanario de la iglesia,
es un escamoteo de prestidigitación,
saca de su campana
una bandada de palomas.
Mientras las viejecitas,
con sus gorritos de dormir,
entran a la nave
para emborracharse de oraciones,
y para que el silencio
deje de roer por un instante
las narices de piedra de los santos.
Douarnenez, julio, 1920.
CORSO
La banda de música le chasquea el lomo
para que siga dando vueltas
cloroformado bajo los antifaces
con su olor a pomo y a sudor
y su voz falsa
y sus adioses de naufragio
y su cabellera desgreñada de largas tiras de papel
que los árboles le peinan al pasar
junto al cordón de la vereda
donde las gentes
le tiran pequeños salvavidas de todos los colores
mientras las chicas
se sacan los senos de las batas
para arrojárselos a las comparsas
que espiritualizan
en un suspiro de papel de seda
su cansancio de querer ser feliz
que apenas tiene fuerzas para llegar
a la altura de las bombitas de luz eléctrica.
Mar del Plata, febrero, 1921.
CHIOGGIA
Entre un bosque de mástiles,
y con sus muelles empavesados de camisas,
Chioggia
fondea en la laguna,
ensangrentada de crepúsculo
y de velas latinas.
¡Redes tendidas sobre calles musgosas... sin afeitar!
¡Aire que nos calafatea los pulmones, dejándonos un gusto
de alquitrán!
Mientras las mujeres
se gastan las pupilas
tejiendo puntillas de neblina,
desde el lomo de los puentes,
los chicos se zambullen
en la basura del canal.
¡Marineros con cutis de pasa de higo y como garfios los dedos
de los pies!
Marineros que remiendan las velas en los umbrales y se ciñen
con ella la cintura, como con una falda suntuosa y con olor
a mar.
Al atardecer, un olor a frituras agranda los estómagos,
mientras los zuecos comienzan a cantar...
Y de noche, la luna, al disgregarse en el canal, finge un
enjambre de peces plateados alrededor de una carnaza.
Venecia, julio, 1921.
De: "Espantapájaros".
I
No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.
De: "En la masmédula".
NOCHE TÓTEM
Son los trasfondos otros de la in extremis médium
que es la noche al entreabrir los huesos
las mitoformas otras
aliardidas presencias semimorfas
sotopausas sosoplos
de la enllagada líbido posesa
que es la noche sin vendas
son las grislumbres otras tras esmeriles párpados videntes
los atónitos yesos de lo inmóvil ante el refluido herido interrogante
que es la noche ya lívida
son las cribadas voces
las suburbanas sangres de la ausencia de remansos omóplatos
las agrinsomnes dragas hambrientas del ahora con su limo de nada
los idos pasos otros de la incorpórea ubicua también otra escarbando lo incierto
que puede ser la muerte con su demente célibe muleta
y es la noche
y deserta